martes, 17 de julio de 2018

MALDITOS RECUERDOS



Un pasillo de hospital se presenta siempre como un túnel, una calzada hacia la incertidumbre, que frena nuestros pasos y alienta nuestro deseo de correr hacia la salida. Hay unidades con pasillos animados por gente que espera en la puerta de las habitaciones, seres que sueñan con marchar pronto y otros que llegan a poner un poco de alegría en las tediosas horas de encierro. Sin embargo, hay pasillos en los que, al pisar por primera vez, percibimos el desconsuelo que produce saber que no conducen a ninguna parte, que las expectativas han cedido a la mínima esperanza de desear que todo permanezca como está, que, al menos, no empeore.

Una señora de más de ochenta años pregunta por su madre reiteradamente (mi abuela decía que en los peores momentos siempre habrías de acordarte de tu madre), la persona que la acompaña le ofrece un frágil consuelo "ahora viene, ha ido a comprar". La enferma calla un momento, parece que las palabras han conseguido frenar su angustiosa llamada, hasta que responde: "No tiene dinero".

La pobreza, flotando en el pozo negro de la memoria, como un recuerdo maldito. 
 

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