NAVIDADES DIFERENTES.
Una
algarabía de recreo infantil llena el amplio salón. Las puertas están abiertas
de par en par y, ya desde la entrada, puede verse el coro infantil y la
decoración navideña que cuelga del techo. Los familiares se han situado de la
mejor manera posible y se quejan de no tener donde dejar los abrigos, estando
la calefacción tan alta. Afuera luce un sol tibio, que no consigue vencer la
humedad de los parterres y las aceras.
La directora ha dado inicio al acto con palabras que tomó
prestadas del año pasado, porque en Navidad parece suficiente con decir: cariño, entrañable, unión…Además, todos están deseando que comience
el acto, que termine y que puedan tomar las viandas que están preparadas en la
enorme galería. Afortunadamente, el coro está compuesto por jóvenes en la
pubertad, que no parecen dispuestos a permanecer mucho tiempo en la misma
posición. De modo que con unos cuantos villancicos consiguen animar el
ambiente. A continuación, la entrega de regalos por tres reyes magos
disfrazados con empeño, aunque cualquier parecido con la fantasía sea pura
coincidencia.
La directora va nombrando, impostando un poco la voz para
resaltar que están en un momento único, porque para algunos puede ser la última vez, aunque, por supuesto, no se le ocurra decirlo. Así que deben sentirse felices y agradecidos. Jaime Duero, Tomás Miño, Ana Pisuerga…y,
así, sucesivamente. A la mayoría les ayudan sus familiares, fingiendo una
alegría que tendrá la misma duración que el acto navideño. Consuelo Tajo. Silencio. Consuelo
Tajo. Silencio, murmullos y miradas en derredor. Los estómagos rugen con
impaciencia. A ver –alza la voz la
directora– Consuelo… Hace gestos para
que alguien la busque y la entrega de
regalos pueda terminar de una vez. Le molesta la perturbación de rutinas que
significa la celebración navideña, prefiere las tareas de despacho, el orden
del archivo, las ideas y las personas en su sitio; cada uno conociendo sus
horarios y deberes.
Un escuadrón de auxiliares se reparte por el salón, el
pasillo y los baños, con un ligero temblor. La familia de Consuelo no ha venido
y deberían haber estado más atentos a ella. No quieren ni pensar en los reproches de
la directora. La preocupación va aumentando, hasta que alguien da la voz de
aviso, señalando hacia la galería. Sentada en su silla de ruedas, Consuelo
recuerda las navidades de su infancia, mientras contempla con una sonrisa
angelical los pajarillos revoloteando sobre la fuente.