EL ESPÍA Y LA ADOLESCENCIA.
Tenía yo catorce años
cuando gané un premio literario escolar, que consistía en un lote de libros.
Entre Machado, Gloria Fuertes, Juan Ramón Jiménez y algunos otros que integran
lo más entrañable de mi modesta biblioteca, emergió este desconocido, audaz, elegante,
sensible y con buen humor.
Le Carré me condujo por un
laberinto de calles, de emociones y de pensamientos que, a mi edad, comenzaba a
descubrir. Era el tránsito de la infancia a la adolescencia, la definición de
gustos e inclinaciones, el dictado de los progenitores y la rebeldía…; la rueda
de la vida, girando incansablemente. La mano de Le Carré alentó el espíritu
aventurero que nadie hubiese presupuesto en mí y abrió un mundo de lecturas que
vendrían a continuación y que no estaban entre las “establecidas”.
¿Alguien podría imaginar un
desafío mayor que leer un libro que no parece pensado para ti?
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