Síndrome de la cabaña es el nombre que los expertos dan a la falta de deseo por abandonar el confinamiento. Al parecer, se están dando casos frecuentes de personas que no quieren salir de sus casas, ni siquiera en los horarios establecidos ni para las actividades permitidas. El estrés, el ruido, las prisas, la angustia por "llegar tarde donde nunca pasa nada" (aquella canción de Serrat), ha quedado fuera de los muros de la vivienda, mientras, en el interior, la vida parece suspendida. Es una sensación de amparo y tranquilidad, que dice mucho del tipo de vida que habíamos llevado antes de la pandemia, sin tiempo para lo verdaderamente importante. Reencontrarse con uno mismo; poner en orden, no solo los altillos, sino también nuestros afectos y nuestras prioridades, pueden haber causado un efecto muy positivo.
Pero también, nos ha permitido comprender que los mayores son un reflejo de lo que seremos (si llegamos), la etapa más dura de la vida, no el resultado de un desecho; que los hijos son una responsabilidad nuestra y que en la escuela se forman, pero deben educarse en casa; que los vecinos, con sus martillos y el volumen de su televisor, no son tan distintos a nosotros; que conciliar el teletrabajo con los estudios de los hijos sin un ordenador en casa no resulta nada cómodo. Saber, en fin, que todos tenemos frustraciones y esperanzas, y derecho a lidiar con unas y alimentar las otras. Somos, en definitiva, una infinita variedad de emociones, preocupaciones y errores, y (como si fuera el cuento de Aladdín) hemos regresado a la lámpara (más pequeña o más grande), con la oportunidad de pulirnos, pero también, de darnos cuenta de que estábamos enganchados al tren de la vida por los pelos.
En cada una de las cabañas que componen nuestras ciudades, seguimos luchando por no quedarnos atrás en un mundo que está dispuesto a expulsarnos a la más mínima oportunidad.
El quehacer creativo diario, querida Margarita, nos exige estar muchas horas fuera de cobertura; la soledad es esencial, tanto en la lectura como en la escritura. El síndrome de la cabaña no es indicio de enfermedad sino una estrategia para buscar caminos interiores... Un fuerte abrazo y enhorabuena por la calidad de tu blog.
ResponderEliminar