Hay nuevos pueblos bonitos
en España (según una reciente publicación, son quince); no se sabe si se han
sometido a algún tipo de restauración o acaban de ser descubiertos. Alguien sin
nada mejor que hacer ha publicado un estudio (¡madre mía, cuánto estudio
innecesario!) aseverando que hay personas que han dejado de ducharse a diario.
No hacía falta ningún estudio, bastaba con usar el transporte público con
frecuencia o hacer cola en cualquier oficina bancaria o de correos. Tenemos
espías en el siglo XXI, mujeres rubias, altas, que usan tacones de quince
centímetros y se dejan entrevistar tranquilamente, mientras hablan de su último
cliente, un productor de fama mundial que va a sentarse en el banquillo acusado
de violación. Lo que no tenemos todavía es Gobierno; al más puro estilo de una
comedia de enredo, entran y salen de una habitación, se hacen fotos, anuncian
posturas enconadas y, al día siguiente, acercamientos sobre no se sabe qué
extremos. Debe ser muy dura la vida de un político, haciendo todo lo posible
por convencer a sus votantes de que lo prometido no es ninguna deuda, sino un
lastre que no podrá cumplir, una legislatura más.
Los periódicos digitales no
traen ninguna otra noticia de "interés"; tendré que esperar al domingo para ver
las lágrimas de los premiados en la lotería de Navidad y la cara de circunstancias de aquellos que no
compraron, pero se dejan mojar por el champán una fría mañana de diciembre. Al
menos, ellos han sabido mantener la esperanza en un trocito de papel.
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