jueves, 1 de marzo de 2018

La excursión


       El comunicado del instituto sobre la excursión ha estado varios días sobre el mueble del recibidor, mientras el padre y la madre hacían como que no lo habían visto. Un día durante el almuerzo tienen que enfrentar la realidad:

–Quiero ir –les dijo el adolescente, con la voz más firme que los cambios hormonales pudieron fabricar.

–¿Estás seguro? –preguntaron al unísono, intentando reforzarse el uno al otro, para hacer más convincente su oposición.

–Van todos –respondió encogiéndose de hombros.

            Ese era el problema, que iban todos, y que en ese todos él no encajaría nunca.

            El aliento de padres y madres llena los alrededores del autobús, creando una nube que les impide ver a sus hijos adentrarse en el vehículo.

            El joven asciende lentamente, con los auriculares ya puestos. Podría ser uno más, salvo porque es el único al que nadie saluda. Percibe que todas las miradas se dirigen hacia él, de modo que camina, rozando el suelo, intentando pasar desapercibido. Son muchos los años que lleva soportando humillaciones, comentarios malsonantes y empujones, así que ha aprendido a encogerse, a hacerse casi invisible, a detectar cuándo una mirada indiferente guarda la promesa de una agresión posterior. Sabe que así será en cuanto lleguen a su destino y se instalen. Nadie se ha ofrecido a compartir habitación con él, de modo que tendrá que hacerlo, seguramente, con uno de los que siempre están dispuestos a ayudarles a cambio de algo de protección.

Sabe sus tácticas y, sin embargo, no puede evitarlas de ningún modo. Está atrapado entre sus deseos de ser normal, de disfrutar del viaje, y la certeza de que se lo impedirán.

            Se sienta al fondo, un lugar seguro al que no llegará nadie, porque todos han acordado previamente con quién se sentarían, asientos lejanos al suyo, donde hay alegría y comentarios jocosos. De nada de eso le han dejado participar nunca.

            El profesor recorre el pasillo del autobús haciendo comprobaciones de última hora. Sabe que puede confiar en él, que no es conflictivo y cumple las normas, aunque se comporte de modo taciturno y siempre se quede fuera de todos los grupos de trabajo. Con una mezcla de fastidio y cariño comenta:

–Tú solo, como siempre. Bueno, si es lo que te gusta...

            De ese modo, sin saberlo, certifica su derrota.