HA LLEGADO A SU DESTINO.
Hay demasiados dispositivos que nos llevan y nos traen; que marcan con una huella roja el lugar al que debemos llegar, sin importar demasiado el trazado que vayamos haciendo con nuestros pasos. Si acaso se te ocurre desviarte a admirar alguna fachada antigua o a disfrutar de la sombra en algún parque, recalcula el itinerario de forma insistente. Lo importante es llegar a un destino que es siempre provisional, que por inhóspito o cercano, nos provoca la ansiedad de no estar nunca donde necesitamos.
Recuerdo el mapa de mi padre, aquel de las carreteras de los setenta, que atravesaban pueblos y bordeando acantilados, dibujaban en nuestras cabezas infantiles la tela de araña de algo llamado España, que aún no conocíamos y que, quizás, nunca hemos llegado a comprender del todo. Tengo en mi memoria con nitidez, aquel mapa y sus dobleces perfectamente ajustadas y la mano de mi hermano el mayor sujetándolo durante casi todo el viaje. "Nuestro camino es la Nacional 342", repetía mi padre de vez en cuando. "Si ves que me desvío, me avisas", advertía a mi hermano, depositario de un secreto que, a mis ojos de niña, tenía un valor incalculable. Solo ellos dos podían saber qué camino tomar y en ese conocimiento compartido había mucho de cadena vital, de legado que se enseña con pocas palabras y mucha constancia.
No sé si llegamos donde mi padre pretendía; pero sí sé que no hemos dejado de transitar el camino.