martes, 23 de noviembre de 2021


 HA LLEGADO A SU DESTINO.

Hay demasiados dispositivos que nos llevan y nos traen; que marcan con una huella roja el lugar al que debemos llegar, sin importar demasiado el trazado que vayamos haciendo con nuestros pasos. Si acaso se te ocurre desviarte a admirar alguna fachada antigua o a disfrutar de la sombra en algún parque, recalcula el itinerario de forma insistente. Lo importante es llegar a un destino que es siempre provisional, que por inhóspito o cercano, nos provoca la ansiedad de no estar nunca donde necesitamos. 

Recuerdo el mapa de mi padre, aquel de las carreteras de los setenta, que atravesaban pueblos y bordeando acantilados, dibujaban en nuestras cabezas infantiles la tela de araña de algo llamado España, que aún no conocíamos y que, quizás, nunca hemos llegado a comprender del todo. Tengo en mi memoria con nitidez, aquel mapa y sus dobleces perfectamente ajustadas y la mano de mi hermano el mayor sujetándolo durante casi todo el viaje. "Nuestro camino es la Nacional 342", repetía mi padre de vez en cuando. "Si ves que me desvío, me avisas", advertía a mi hermano, depositario de un secreto que, a mis ojos de niña, tenía un valor incalculable. Solo ellos dos podían saber qué camino tomar y en ese conocimiento compartido había mucho de cadena vital, de legado que se enseña con pocas palabras y mucha constancia. 

No sé si llegamos donde mi padre pretendía; pero sí sé que no hemos dejado de transitar el camino.

miércoles, 17 de noviembre de 2021


 La persona que eres y que no quieres ver.

Hace unos días hablaba con una amiga lectora acerca de ese espacio de penumbra que nos da miedo atravesar y que, sin embargo, nos llevaría a encontrarnos con la persona que, en verdad, somos.

Y esta conversación surgió de los elogiosos comentarios que me hacía sobre mi novela "La magia de las lágrimas" y, en particular, el capítulo titulado "Otra mujer".

En algún momento, se dio cuenta de que existía otra mujer que daba forma a su perfil humeante en la tarde, cuando contemplaba los colores difuminándose, con la nariz metida en una taza de café; su mirada revuelta en los amaneceres difíciles, antes de que el día se presentara debidamente aseado y dispuesto; su calculada avaricia en el trabajo, seleccionando siempre el mismo número de expedientes para revisar diariamente, ni uno más, ni uno menos; la dosis justa de problemas ajenos para sobrevivir sin hundirse un poco más" (...)

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