El
dolor de los demás o la honestidad del autor.
Ficha técnica.
Autor: Miguel Ángel Hernández. (Murcia 1977)
Editorial: Anagrama. 305 páginas.
Sinopsis: Año 1995. Es Nochebuena en la huerta
murciana, donde vive el autor, apenas un adolescente. La hija de sus vecinos
aparece asesinada en su propia casa. Posteriormente, el hermano y amigo del
autor, aparece sin vida tras haberse tirado por un barranco. La investigación
concluye que fue el hermano quien asesinó a la hermana, para, posteriormente,
quitarse la vida. La causa nunca llegó a desvelarse.
Veinte años después, el autor
regresa a la huerta para narrar aquel episodio de su pasado. Hacerlo significa
sumergirse en recuerdos agradables y en otros dolorosos que ahora cobran nuevo
sentido con la mirada del presente. A lo largo de la narración, el autor se
cuestionará su derecho a inmiscuirse en el dolor de otras personas.
Hermosa y nostálgica reconstrucción
de una parte de la historia de nuestro país en los años noventa, que constituye
una conmovedora reflexión acerca de la razón de escribir y los límites para
hacerlo.
Comentario personal:
Demasiado acostumbrados a artificios
literarios que introducen al lector en un espectáculo que –con frecuencia, no
lo conduce a ninguna parte y, demasiado a menudo, no lo pone ante sí mismo–,
“El dolor de los demás” es un relato de la vida real; un corto en el que
seguimos al autor por un episodio doloroso de su adolescencia, que decide abrir
en la edad adulta.
Miguel Ángel Hernández quiere contar
su dolor y acaba contando el dolor de los demás, obligado a enfrentarse a él
para exponer la historia, partiendo de la huella que un crimen del pasado dejó
en él, introduciéndose en el modo en el que lo vivió, descubre el dolor de los
demás, la extraña comunidad que crea el dolor entre seres humanos.
Cuando una relato comienza
anunciando su contenido “esto es lo que voy a contar, y ya está, no hay más”,
debemos sospechar que va a llevarnos mucho más lejos de lo que anuncia. Esa
franqueza de la primera afirmación esconde un viaje hacia adentro, descarnado,
cándido y amargo. Realizarlo es un imperativo para poner el pasado en su sitio,
los recuerdos y los afectos truncados; pero, al mismo tiempo,
irremediablemente, es una invasión del pasado de los demás, del tiempo y las
experiencias compartidas.
El autor nos dibuja un retrato de la
España de los años noventa, con la autenticidad de sus pueblos y el anonimato
de sus ciudades, completando una narración conmovedora y sincera.